Hubo un momento en que hubiera matado por una oportunidad para lograr subirse a un tren. Un tiempo en el que esperó tranquilo, confiado, sin perder la esperanza en cada una de las estaciones que fue encontrando. Con el tiempo aquellas ilusiones se fueron diluyendo por la falta de sitio y fue quedando un poso de urgencia. La sensación de que la cadencia de los trenes era cada vez menor y que urgía conseguir un billete. Todo aquello le creaba un vacío en el estómago que se iba haciendo más y más grande. Pero logró mantener un hilo de paciencia, ése que le atara al último tren, sentado en bancos metálicos contemplando las frías vías. Ese hilo se fue desgastando poco a poco, debilitándose, en cada estación desierta, en cada horario sin cumplir. Ya no existían las oportunidades. Hasta que sólo hubo raíles oxidados por los que caminar.
Escuchando: 1999 - Love of lesbian
1 comentario:
Cierto como la vida misma, sólo nos queda la esperanza de que ese último hilo no llegue a desgatarse demasiado rápido, precioso, Felicidades.
Publicar un comentario