lunes, enero 22, 2007

Fuentes

Ya había recorrido todas las fuentes de la ciudad. Y no me refiero a las de los parques en las que beben los niños. Hablo de las que adornan esas plazas escondidas que siempre suelen estar rodeadas de turistas. En todas estuve un rato y en todas arrojé una moneda. No sé por qué siempre he creído en eso, en que si tiras una moneda en esas fuentes tu deseo se cumple. Y no soy el único. Nada más hay que ver la cantidad de dinero que había en aquellos fondos.
El caso es que tras caminatas interminables por toda la ciudad y cientos de euros gastados –porque un deseo es un deseo y no puede cumplirse con unos pocos céntimos-, el deseo no se cumplía y, de tanto nombrarte, comencé a temer que te dolieran los oídos.
Una tarde, nada mas lanzar la última moneda de un euro que me quedaba, llegué a la conclusión de que quizás lo estaba haciendo mal. ¿De dónde había sacado yo que el deseo había que pensarlo antes de lanzar la moneda y no después? Ahí había estado mi problema. Lo había hecho mal.
Así que al día siguiente, y una vez llenos mis bolsillos de monedas, volví a la carga. Como lo había hecho mal desde un principio, decidí visitar las mismas fuentes otra vez. Y así inicié de nuevo mi ruta, sólo que esta vez el deseo venía cuando la moneda había tocado el agua.
Unas semanas después, más pobre y triste todavía, no entendía nada. Mi deseo seguía sin hacerse realidad; tú no habías vuelto a mis brazos y, probablemente, te dolían los oídos más que nunca. Porque no sé si saben que para ello no es indispensable el insulto. Hablando de alguien hasta la extenuación se consigue una otitis de campeonato. Pero no era mi intención.
Y, bueno, como supongo que todos ustedes esperan una moraleja o algo parecido a un final y yo no estoy dispuesto, sólo les diré que mi conclusión es que todo eso es una mierda. Que los deseos no se cumplen y que las cosas rotas no se arreglan pegándolas. Y que mientras yo tiraba monedas como un tonto, ella ya tenía un nuevo universo construido. Y que, bueno, pude sonar a pesimismo de psiquiátrico, pero que no vale de nada sentarse a desear que alguien vuelva, ni siquiera ir a buscarle, porque cuando algo termina lo hace de verdad. Las segundas partes no es que siempre sean peores, es que son imposibles. Ah, por cierto, ¿qué coño pasará con todas esas monedas que se amontonan en las tripas de las fuentes?


Escuchando: El cristal por dentro - Maga

jueves, enero 11, 2007

Acordes

Afiné la guitarra sentado en aquel precioso tejado. Desde allí se veían todas las escamas de Madrid. La cabeza de miles de edificios cortando la niebla como si fuera leche. A oscuras, con la única luz de la brasa de mi cigarro, comencé a pellizcar aquellos acordes que siempre serían LOS ACORDES. Sonó como de costumbre, pero el maullido de un gato escalador, morador de aquellas alturas, le dio un punto distinto, quizás más desgarrado.
Al terminar, me quedé vacío. Por primera vez. Era un vacío total que me aisló durante unos momentos de todo lo que me rodeaba. Sólo podía ver estrellas y planos en negro. Supuse que aquella canción, como siempre había soñado tras aquello, había purgado mi interior. Si en su momento fueron creadores, ahora LOS ACORDES habían puesto el punto final definitivo.
Me sacó de mi ensoñación un nítido aplauso. Al principio no supe qué era; de dónde venía. Un escalofrío recorrió mi espalda hasta despertarme del todo. Al fondo, en un edificio cercano, divisé una figura. También sentada sobre su tejado. Y con una guitarra sobre el regazo. Entonces, comenzaron a sonar unos acordes que en un principio eran desconocidos para mí, pero que, poco a poco, fueron despertando algo que comenzó a llenar mi interior de nuevo. Otra vez, el círculo volvía a empezar.


Escuchando: Hot House - Dizzy Gillespie
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