viernes, julio 20, 2012

Oslo

Aquel verano en Oslo pasó como un relámpago. Y después sólo quedó aquella luz helada. Los atardeceres limpios. No quedó nada, en realidad. Porque, ¿quién sigue repasando los perfiles de las pisadas que hemos ido dejando? Desaparecen. Ni siquiera tatuamos nuestras iniciales en un árbol –Norwegian Wood-. Son sólo recuerdos afilados para mantenerme despierto porque, en el fondo, sigo creyendo que la suerte tiene los frenos gastados, se te puede cruzar en cualquier esquina, cualquier noche, a cualquier hora. Y yo mirando todas esas luces, desde tan arriba, desde tan lejos. Allí, la palpitación incesante; la llamada de la selva. Oslo está a mis pies y yo, con las venas vacías, busco el brillo de tu figura, seguro de ser capaz de reconocerte entre un millón de ellas. La vida se conquista con actitud.



Escuchando: Pyramid Song - Radiohead
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