jueves, marzo 17, 2011

Plataformas

Algunos días preferíamos quedarnos todo el tiempo en casa. Hacía un sol radiante fuera. Veíamos películas desconocidas una detrás de otra. Sorbíamos helado derretido tirados en el sofá. Esos días eran largos, como si las horas se estiraran y la noche tardara en llegar mucho más tiempo de lo normal. Entre película y película, tú me contabas cosas acerca de plataformas petrolíferas como islas perdidas. Habías leído que por dentro eran como una ciudad, que tenían vida propia. Ciudades flotando en mitad de la nada azul. Alguna vez viviré en una de ellas, decías. A mí todo aquello me parecía muy evocador. Aún hoy me lo parece. En ocasiones, te levantabas del sofá y, sin decir nada, salías por la puerta para no volver en muchos días. Durante ese tiempo de ausencia, yo te imaginaba en una de aquellas plataformas petrolíferas. Sentada en alguno de los bordes, con los pies colgando en el vacío, el viento sacudiendo tu pelo. Debajo, un inmenso y amenazante mar verdoso chocando contra las enormes piernas oxidadas que sujetan esa ciudad perdida. Entonces casi podía ver como las gotas de salitre salpicaban y planeaban hasta humedecer tus labios.

Siempre supe imaginarte mucho mejor que tratarte.




Escuchando: Los amores reñidos - Sr. Chinarro

viernes, marzo 11, 2011

Revelaciones

Sumido en el calor de aquella sartén llena de arena descubrí que tú no eras lo que yo había estado esperando. Las revelaciones son así de caprichosas, llegan en el momento más inoportuno, en el lugar menos adecuado. Sólo pensar en salir del coche y enfrentarme a aquel terrible desierto para cambiar un neumático me hizo marearme. Todo me daba vueltas y tú me estabas hablando de algo que ahora no consigo recordar. En ese momento odié Atacama, el maldito día en que decidí hacer ese viaje y, sobre todo, te odié a ti. Fue algo repentino, un fogonazo de auto sinceridad. Un impacto. Te odié como nunca había odiado a nadie. Allí, perdido en mitad de una carretera achicharrada por el infierno que era aquel desierto, no había dudas, todo era cristalino. Ahora diré que la culpa la tuvo aquel horrible calor, pero sé que no es verdad. Se trató, más bien, de aprovechar la oportunidad. Una revelación así no se tiene todos los días. Y, además, quién va encontrar alguna vez tu cuerpo en ese inmenso océano de arena.




Escuchando: I'm waiting for the man - Lou Reed

martes, marzo 08, 2011

1999

Aún te veo corriendo por aquel descampado con suelo de cemento. Detrás del viento. Intentando capturarlo. No había nada por detrás ni por delante, sólo aquel instante. Lo puedo recordar, como si viera una escena rodada a cámara lenta, en blanco y negro. Y un primer plano tuyo, los ojos negros, mirada pícara. En ese momento no era consciente de que la vida no me iba a volver a ofrecer algo parecido. Después vino todo lo demás. Las palabras desde mi interior, en carne viva, imposibles de controlar. Y tu silencio, y tu cabeza negando. Una sola vez, pero tan definitiva que a mí me parecieron mil. Finalmente, el descampado vacío, frío. Aislado del resto del mundo. Una isla en la que permanecer.

Y hoy, tanto tiempo después, he pasado por allí. Tan cambiado. Ya no es frío, ni solitario. Entre los coches aparcados he buscado aquel espacio, el más alejado de la carretera. Ese metro cuadrado que hicimos nuestro. Y las he visto. No lo esperaba, pero ahí estaban. Dispuestas a guardar el pasado, a protegerlo. Aquellas cinco palabras que fueron talladas torpemente en el cemento fresco: Que sea cierto el jamás.



Escuchando: Parte de lo que me debes - Los Planetas

viernes, marzo 04, 2011

Hilo

Hubo un momento en que hubiera matado por una oportunidad para lograr subirse a un tren. Un tiempo en el que esperó tranquilo, confiado, sin perder la esperanza en cada una de las estaciones que fue encontrando. Con el tiempo aquellas ilusiones se fueron diluyendo por la falta de sitio y fue quedando un poso de urgencia. La sensación de que la cadencia de los trenes era cada vez menor y que urgía conseguir un billete. Todo aquello le creaba un vacío en el estómago que se iba haciendo más y más grande. Pero logró mantener un hilo de paciencia, ése que le atara al último tren, sentado en bancos metálicos contemplando las frías vías. Ese hilo se fue desgastando poco a poco, debilitándose, en cada estación desierta, en cada horario sin cumplir. Ya no existían las oportunidades. Hasta que sólo hubo raíles oxidados por los que caminar.



Escuchando: 1999 - Love of lesbian
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.