miércoles, noviembre 11, 2009

Última bala

Por un momento parece elaborar sus palabras con meticulosidad mientras aprieta los labios. “Últimamente he pensado mucho en ti”.

El silencio es entonces una enorme tela de araña. Pegajoso. Él mira la cucharilla y entretiene el tiempo, que se hace eterno, dando vueltas a su tibio café. Ella mira a la calle a través del grueso vidrio mientras una manada de palabras se agolpan debajo de su paladar pidiendo paso. Calla.

“Es raro. Ha sido como cuando vas por una carretera y pasas por un lugar que te trae recuerdos bonitos”. Imposible fijar las pupilas. Mejor mirar los cuadros taurinos de las paredes. “Vaya, curiosa comparación. ¿Es un halago?”. Sus palabras salen sin pizca de resentimiento, al contrario de lo que ella quería.

Más silencio. La voz de un presentador televisivo, un café cortado, un par de avances en la vieja máquina, los vasos chocando al salir del lavavajillas, la gente hablando y hablando. Las manos de él golpeando las rodillas rítmicamente. En la calle alguien llama la atención de ella. Traje gris, corbata negra, pelo alborotado. Deja que su imaginación se dispare.

En su cabeza se escucha la última bala entrando en el cargador. “Me encantaría poder seguir visitando ese lugar”. Ahora sus pupilas son dos pistoleros armados, pero no encuentran el blanco deseado. Enfrente, descruza las piernas y desliza un billete sobre el mármol. “Llámame cuando quieras para tomar un café. Ahora, tengo que irme. He quedado”. La puerta se cierra tras dejar entrar una leve corriente de aire. Después, el casquillo hace una grieta en el suelo al caer.


Escuchando: Cuando estés en vena - Quique González

martes, noviembre 03, 2009

Polaroid

Sobre el pequeño mueble la televisión escupe imágenes del nuevo mesías a su llegada al edificio blanco. Un gran día para la humanidad, dicen. Pero no para mí, sin duda. Una tarde larga, polvorienta, por carreteras secundarias. Ni un alma. En realidad no importa si la curva gira a la derecha o a la izquierda. La habitación es un cuchitril sin ventilación. Las gotas de sudor resbalan por mi sien constantemente. Dudo por un instante que sea el calor. Después me pongo otro whisky. Una polaroid separa la página quince de la dieciséis. No sé si es casualidad o tiene algún significado. En la polaroid aparece un hombre y una mujer, abrazados. Una nausea se remueve en mi estómago. Bajo al parking iluminado por el neón rosa que anuncia otra vida. Abro el maletero y, tras escrutar esos ojos, arrojo dentro la polaroid. Le devuelvo el alma porque ya tengo su vida.


Escuchando: Munich - Editors
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