jueves, febrero 28, 2008

Febrero

He llegado a la conclusión de que febrero se ha negado a dejarte. Así de sencillo. Algunos dirán que me engaño a mí mismo, que la única razón por la que no has venido es porque no quieres, porque te gusta jugar conmigo, ponerme la zanahoria e ir alejandola justo cuando estoy llegando. Pero yo no lo creo. Estoy convencido que ha sido febrero, cruel y malvado, el que ha evitado que vea tus ojos negros durante todos estos días bisiestos, tras otros muchos más sin contemplarlos. Fue él el que me tuvo esperando una hora en esa terraza del centro. Sentado, con aquella rosa en la mano, aguardando a verte doblar la esquina. Pero no lo hiciste porque febrero te agarró los tobillos y no te dejó salir de casa. Ni mucho menos fue porque tuvieras mejores planes o, simplemente, no te apeteciera verme. Y así el resto de veces, siempre ese segundón impidiendo que tú y yo fortaleciéramos nuestros lazos. Y no, no se confundan, no soy un crédulo, simplemente creo en ti, te tengo fe, por más febreros que se empeñen en lo contrario. Sé que algún día, en otro mes mucho más generoso y bueno, tú volverás.


Escuchando: Head home - Midlake

lunes, febrero 25, 2008

Se busca

Hace un tiempo que digo que sí sin pensarlo. Que avanzo arrastrando mi vida sin plantearme cómo podría aliviar el peso. Voy, vuelvo, voy, vuelvo. Y he dejado de pensar si aquello está bien o deja de estarlo. Simplemente, he decidido meter las manos en los bolsillos de mi abrigo largo, ajustarme el sombrero y dejarme llevar por las hostiles calles. Y no sé si este invierno con balas de fogueo durará una vida, o si por el contrario las hojas que vayan cayendo del calendario agitarán un viento frío y alentador que borre las bolas de espino que circulan ante mí. Mientras tanto, yo sigo rellenando su cargador con nuevos proyectiles que siempre acaban en mi pecho, por lo que, sí, reconozco que es una suerte de suicidio continuo. Pero, de momento, no se me ocurre una mejor manera de no pensar mientras se queman las horas. Con esas balas silbando a mi alrededor, tú no pasas de ser otro enemigo más al que ignorar o derribar. Ya sólo me detengo, muy de tarde en tarde, para colgar en alguna esquina un cartel con tu cara y un ‘wanted’ escrito con letras de vértigo.


Escuchando: Breathe - Depeche Mode

miércoles, febrero 20, 2008

Vertederos

Y será porque cuando llega a casa no estás tú. Ni nadie. O porque el día en que su garganta es un nudo, no hay nadie que lo desenrede. Tal vez sea porque cuando aparece el final de la semana sólo le espera el silencio y lo gris. El caso es que para él las horas son cubos de basura y los días vertederos idénticos, como clonados.
Así que imagina que dobla todo ese tiempo triste en pliegues muy pequeños y los esconde entre las páginas de sus libros favoritos, esperando que esas historias en las que quisiera estar limpien el basurero y cambien todos sus segundos. Mientras, seguirá viendo cómo la vida le absorbe toda su luz.


Escuchando: Carnaval y safari - Iván Ferreiro

jueves, febrero 14, 2008

Confesión

Yo no disparé. Lo prometo. Pero da igual. Ahora estoy aquí, encerrado entre estas cuatro paredes. En un cubículo con rejas oxidadas. Pero yo no lo hice. Tenéis que creerme. En la vida me hubiera comportado así. ¡Si no sé manejar una pistola! En mi vida he tenido una entre mis manos. Pero ellos sí lo creen. Han decidido cargarme el muerto. Y sólo creen lo que ellos quieren creer. Dicen que yo estaba allí, en aquel apartamento, esa noche. Y que disparé una pistola. Tres veces. Pero no es verdad. Yo no lo hice. Yo no estaba allí. No tengo testigos, pero tenéis que creerme. Yo no podría hacerle daño ni a una mosca. ¿Pero me habéis visto? ¿Creéis que yo podría disparar a alguien? Además a ella. Pero si yo la quiero. La quería. Cómo iba yo a matarla. Alguna vez me puse nervioso, sólo eso. Pero jamás la toqué un pelo, ni a ella ni a nadie. Bueno, un día se me fue un poco la mano. Pero eso ellos no lo saben. Y pese a todo han decidido cargarme las culpas. Lo han amañado todo para que me pudra en este agujero. Y me pegaron, me torturaron para que hablara. Me sentaron en una silla y me dieron todo tipo de golpes mientras me insultaban y me preguntaban a gritos. Pero yo no podía ayudarles. No podía contestar a sus preguntas. Porque yo no la maté. Pero no lo soportaba más. Me pusieron esas cosas en el pecho y sentí un dolor horrible cuando la electricidad atravesó mi cuerpo. Llegué a perder el juicio. Cuando de pequeño los curas me hablaban del infierno, yo siempre me imaginé algo parecido a lo que estaba viviendo. Yo sólo quería salir de esa habitación. Dejar de ver a esos cuatro hombres que me insultaban y me hacían sufrir. Así que lo dije. Tuve que decirlo. Me obligaron. Confesé.


Escuchando: Magenta - Bushido

martes, febrero 12, 2008

Moldes

Yo te habría escrito mil versos más. Habría ideado rimas y ritmos para ofrecértelos cada mañana, cuando tu pelo aún se enredaba en mi pecho. Una paseo por la Gran Vía al caer el sol aparece ahora en mi memoria, vívido y real, como si estuviera volviendo a echar esa moneda a aquel chico que tocaba el saxo como nadie. Y también está tu sonrisa, tu abrigo largo y negro como una noche de agosto. Y aquellos días en los que yo me podía comer el mundo por los pies porque tú estabas allí, a mi lado, en la plaza, al sol, con una cerveza y nada más. No hacía falta nada más. Quizás sólo un libro y aquel disco de Leonard Cohen. Insufrible es el vacío ahora cuando compruebo que todo eso no es más que pasado hecho jirones imposibles de coser. Y que tú llenarás los días y las tardes de otro que disfrutará como yo lo hacía entonces, como no lo volveré a hacer. Porque la evidencia de que contigo rompí el molde no admite discusión. Por ello paso los días invadido por la idea de que es una perdida de tiempo seguir buscando otros moldes, porque no sostendrían la comparación. Y sé que no se puede vivir comparando, pero qué se puede hacer cuando la realidad se presenta de una forma tan clara y dolorosa. Cuando te quita vendas y te abre los ojos para siempre. Sólo admitir la realidad y dejar de creer que, queramos o no, la vida sigue adelante con mil opciones abiertas.


Escuchando: Passive aggressive - Placebo

martes, febrero 05, 2008

Amigo alado

Siempre que aparcaba el coche en aquel polvoriento descampado lo veía allí, sobre la letra H de hotel. Meciéndose adelante y atrás, con sus alas plegadas y el pico entreabierto. En un principio, su presencia me estremecía, como si fuera el mensajero de algo oscuro como sus plumas. Sin embargo, conforme fui fijando mi residencia en aquel gris y lúgubre agujero me acostumbré a verlo allí, inmutable. Curiosamente, su emplazamiento coincidía en altura con mi habitación. Si me asomaba a la ventana podía verle un poco más arriba, algo que los primeros días me turbó –e incluso me aterrorizó- pero que después se hizo imprescindible. Todas las tardes, al llegar de trabajar, me asomaba y me pasaba largos ratos hablando con él, contándole mi vida, agradeciendo tener un oído en el que volcar toda mi amargura. Cuando por la noche agitaba las alas, cosa que ocurría pocas veces, su sombra salpicaba la habitación de todo tipo de imágenes imposibles y desconcertantes. Con el tiempo, llegué a asociar esto con la tranquilidad. Él ya era parte de mi rutina, de mi vida. De una manera incomprensible le sentía como algo muy cercano.
Pero aquella infausta tarde, no estaba allí. La H aparecía vacía, sin duda extraña sin el elemento alado sobre ella. Miré hacía el cielo color plomo, buscando desesperadamente algún rastro de su presencia. Quizás unas alas negras en el horizonte. Nada. Así que, con el ánimo bastante afligido, me dirigí hacia el interior, no sin lanzar otra mirada al letrero que obtuvo el mismo resultado.
Entré en mi habitación. Oscura y vacía como siempre. Todavía con la extraña desaparición dando vueltas en mi cabeza me tumbé en la cama y decidí abrir un libro para espantar mis pensamientos. Uno de Vila-Matas. Me duró poco en las manos, ya que al ir a poner la almohada en la posición correcta, descubrí que bajo ella yacía mi alado amigo. Alguien le había abierto en canal, desde el cuello hasta la cola, y le había vaciado por dentro. En su interior había un papel ensangrentado en el que, a duras penas, pude leer: “El próximo serás tú”.


Escuchando: Wake up - Arcade Fire

viernes, febrero 01, 2008

Exposición

La sala no es muy grande. De paredes blancas y módulos separados, como marca la norma. A lo largo de ellas hay cuadros colgados. No más de tres por muro. Muy separados unos de otros. El ambiente es de un frío muy estudiado, a lo que ayuda mucho que los marcos sean del mismo blanco que la pared. El interior del cuadro ejerce de contraste. Ella pasea por la sala con su vaporoso vestido de flores. Un homenaje al verano. Camina a pasos lentos y delicados, como si flotara sobre el bruñido suelo. Sus sandalias de cuero lo acarician. Se detiene delante de todos y cada uno de los cuadros. Los estudia con mucha atención, torciendo su chata nariz cuando echa la cabeza hacia delante para no perder ni un detalle. En determinado momento se detiene más tiempo del que acostumbra delante de un cuadro, como si algo la hubiera fijado al suelo y no pudiera moverse. Es la fotografía del primer plano de un niño africano, rodeado de moscas, pero con una sonrisa absoluta, sin ningún tipo de concesión a la tristeza. Su rostro ilumina todo el blanco que le rodea. Los ojos de ella se clavan en los del niño durante un par de largos minutos, al cabo de los cuales, frunce el ceño, baja la cabeza y sale del recinto arrastrando los pies, con la espalda casi encorvada, como si sostuviera un peso que no es suyo.

Escuchando: Space between bodies - We are Balboa
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