miércoles, mayo 25, 2011

Fuego

Fuera está empezando a llover fuego, puede que sea la última vez que nos veamos, le digo. Ella se acurruca contra mi pecho y acompasa su respiración a la mía. Eso no va a pasar, contesta. En esa habitación tan fría pienso en las veces que creí que nunca volvería a ocurrir. Y no logro recordarlas todas, aunque fueron muchas, de eso estoy seguro. Entonces se levanta, desnuda, y se acerca a la ventana. Tras los cristales, fulgores rojos contra un inmenso paisaje metálico. Su figura, ante tal contraluz, se parece a la viñeta de un comic. Sabes que todo tiene su final, digo mientras concentro la mirada en su espalda intentando que se gire y me mire a los ojos. Pero no, continúa rígida con la vista clavada en los destellos flamígeros que llenan la habitación de extraños reflejos móviles.

Mientras rodeo su cintura con mis brazos intento pensar en cómo será la sensación, cuál es el sentimiento que le asalta en ese momento. Siempre ha sido igual. Vacío. Insensibilidad. Tarda poco en desprenderse de mi abrazo y esconderse en el cuarto de baño. Frente a mí, las moles de acero rodeadas de oscuridad y fogonazos que pintan de rojo la noche iluminada. Todo arde sin quemarse. Hace tiempo que perdí la esperanza y me admití como soy. Pocos son los que recuerdan cómo era todo antes y desde que me lo contaron avanzar ha sido difícil, carcomido por la culpa y el sinsentido. Desde el baño llegan sus palabras, lentas, con una cadencia que me es familiar. Siempre va a ser imposible, ¿verdad? Sé la respuesta, la he sabido siempre, desde el principio. Invariable, inflexible.

Al cerrar la puerta quiero la sensación de oportunidad perdida. Pero eso no está hecho para mí. Ser despreciable y esquivo. Ya en el portal, las calles llenas de árboles en llamas. Soy el agua que todo el mundo quiere. No soy de nadie.




Escuchando: If you wanna - The Vaccines

martes, mayo 10, 2011

Volver atrás

La conocí cuando el desgaste aún no había hecho mella. Cuando aún sonreía sin razón y ponía esa mueca de ingenuidad ante cada problema, como queriendo decir. Aquella chica se quedó allí, en aquella gran ciudad, en sus plazas y en sus bares, mirando fijamente, siempre a los ojos, generosa y divertida. Se perdió en la inmensidad de sus calles. Y ya no queda ni la sombra. Tratas de evitarlo, te esfuerzas. Se te nota. Pero aquello que solías dar ya no está. Quizás te lo robaron; quizás se te agotó después de tanto regalarlo. Y hubo personas que no lo merecieron, que se aprovecharon.

“Si pudiera volver atrás, haría exactamente lo mismo”, me confiesa, sentados en el bar de la plaza.
“Quizás te fiaste demasiado. Le diste mucha confianza a quien no la merecía. Y te defraudaron. Yo creo que aquello te fue minando poco a poco. La decepción”, le contesto yo.
“Es cierto que el dolor te hace protegerte y que esa protección te va distanciando cada vez más. Pero, en el fondo, no se trata de eso. Es cuestión de principios y de cansancio. Me cansé, pero en realidad nunca he cambiado”.
“Yo siempre he recordado con cariño aquellos años en la ciudad. Tú tirabas de nosotros todos los días. En cierto modo eras el nexo que nos conseguía mantener unidos. Hasta que se rompió”.

Ella sonríe con tristeza, como si esas palabras dejaran libre un recuerdo que quería volver a tener pero que, una vez fuera, no tiene marcha atrás.

“Se rompió…”
“¿Qué cambió aquel último verano? ¿Por qué todo dejó de ser como había sido hasta entonces? Yo nunca he podido olvidar aquella sensación de pérdida".

Tus ojos entonces se clavan en los míos. Profundos como dos pozos. Y, por un momento, vuelvo muchos años atrás, a aquellas calles, al apartamento del tercer piso siempre lleno de gente. A aquel verano. Y deseo con todas mis fuerzas estar allí de nuevo. Sentir otra vez todo aquello.

Tu mirada se va ahora hacia la izquierda y se posa en un niño sentado en el suelo que juega con sus muñecos, ajeno a todo el movimiento que hay a su alrededor. El pelo negro, una camiseta de rayas.

“¿Sabes? Lo pasado, pasado está”.




Escuchando: Fly for a while - Sexy Sadie
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