jueves, junio 28, 2007

Impunidad

Los primeros rayos de sol comenzaban a asomarse por encima de los aleros. Se apoyó en una farola y se preparó para disfrutar del espectáculo que él mismo había creado. En ese momento pensaba, sin ningún atisbo de duda, que la impunidad era un regalo inigualable. Se sentía como Dios. Al igual que él, era capaz de mover a todos los títeres a su antojo. Cobijado en el gentío sintió algo parecido al orgasmo. Aquello no tenía parangón.
Había huido, sin prisa, simplemente caminó hasta el parque de la esquina y se sentó a esperar las primeras sirenas. Una vez éstas atronaron el cielo atravesado por la luz como un colador, la gente, llevada por esa curiosidad innata, se dirigió hacia la zona. Ése era el momento para regresar al lugar. Era consciente de que uno de los principales puntos del decálogo policial es que el culpable siempre vuelve a la escena del crimen, pero eso a él no le importaba, de hecho ahí estribaba gran parte de la gracia del asunto.
Desde su posición privilegiada, rodeado de personas escandalizadas y horrorizadas, pudo ver a su gran rival llegar al lugar en uno de esos coches grises con una pequeña sirena pegada al techo. Disfrutó observándole examinar el escenario, buscando ángulos de todo tipo alrededor del vehículo abandonado en mitad de la vía. Pero, sin duda, el gran momento llegó cuando se volvió hacía el gentío e intentó escrutarlo con la intención de encontrarle, de descifrar en los ojos de alguien alguna huella de culpabilidad. Bien sabía él que aquello era inútil, un acto reflejo, y que los títeres continuarían bailando al son de la música de ese desconocido. Aún quedaban muchos escenarios por contemplar con una sonrisa de satisfacción.


Escuchando: A song for the lovers - Richard Ashcroft

miércoles, junio 06, 2007

El hombre

El hombre en cuyos mítines se gritaba
Pujol, enano, habla castellano. El
hombre que enseguida comenzó a hablar
catalán en la intimidad. El hombre
que casó a su hija en El Escorial.
El hombre que se fotografiaba con
puro, copa y pies encima de la mesa
al lado del emperador del universo.
El hombre cuya mirada competía en
penetración, agudeza e ingenio con la
de Bush. El hombre que al dar una
rueda de prensa en tejano inspiró la
mejor campaña antidrogas de la historia
(así te ves tú, así te ven los demás).
El hombre que al alba, con viento
favorable, conquistó heroicamente la
isla de Perejil. El hombre que se apuntó
a una ocupación ilegal. El hombre
que mirando a los españoles a los
ojos aseguró: créanme, hay armas de
destrucción masiva. El hombre que
profetizó que aquella invasión criminal
pacificaría la zona. El hombre
que el 11-M, tras deducir lógicamente
que el atentado era una respuesta a
su apoyo a la guerra de Irak, mintió y
mintió a los españoles, intoxicó a los
directores de los periódicos y engañó
a las cancillerías. El hombre que frente
al mayor atentado de la historia de
España no convocó el pacto antiterrorista.
El hombre que montó una manifestación
sin negociar el lema ni el
lugar ni la hora. El hombre que tras
la derrota del 14-M corrió a la tele
para decir que él no había perdido las
elecciones, porque el candidato era
Rajoy. El hombre que se apuntó a la
teoría de la conspiración. El hombre
que en sede parlamentaria habló de
desiertos y montañas (nevadas). El
hombre del Movimiento de Liberación
Nacional Vasco. El hombre del
sabremos ser generosos. El hombre
del terrorismo no se usa en la lucha
partidista. El hombre del responsable
de un atentado es el autor del atentado.
El hombre del responsable de un
atentado es Zapatero. El hombre que
tras dejar el Gobierno se paseó por el
mundo hablando mal de su país, como
un embajador inverso. El hombre
que de joven no se atrevió a llevar
melena. El hombre que estuvo en contra
de la Constitución y del divorcio y
del aborto. El hombre de fuertes principios
religiosos. El hombre al que
nadie dice a qué velocidad se conduce
ni cuántas copas se toman. El hombre
que asegura que no votar al PP
equivale a votar a ETA. El bodeguero
mayor de Castilla. El marido de
Ana Botella. El inspector de Hacienda.
El hombre. Vuelve el hombre.


Juan José Millás


Escuchando: La prueba del polígrafo - La Costa Brava
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