jueves, enero 29, 2009

Conciencia

Tumbado en la cama, la habitación en penumbra, forma con su cigarro aros de humo que ascienden hasta confundirse con la negrura. El silencio sólo es levemente roto por la respiración del cuerpo que duerme a su lado. Ahora tan extraño, tan ajeno. No se siente cómodo ahí, un cuarto que, de buenas a primeras, se ha tornado deprimente. Pero, en el fondo, él sabe que no es el lugar. No. Que lo que oprime sus sienes no es la ausencia de luz o el cuadro que a duras penas vislumbra en la pared, sino un sentimiento creciente y despiadado que comienza a rajarle el disfraz. La conciencia, más devastadora que nunca, de que es un traidor, de que todo aquello que elevó a la categoría de máxima yace ahora bajo sus pies, pisoteado. Apaga el cigarro y, al desparecer el pequeño punto rojo de su ascua, se sume en una tristeza total, incapaz no sólo de encontrar el camino, sino de ver alguno. Y todo porque ha abandonado el que trazó, se ha salido de él en pos de algo que sabe que es momentáneo y caprichoso. Egoísta. Algo que, además, le dejará sin brújula y, lo que es peor, vacío por dentro.


Escuchando: Down in the past - Mando Diao

jueves, enero 15, 2009

Mensajes

¿Qué dirían si supieran que sigo guardando todos aquellos mensajes tuyos en el móvil, y que de vez en cuando los repaso con el ansia del primer día? Pues es verdad, y también lo es que los contesto, más de una vez, aunque no los mande. Les cambio las palabras a los que sí envié, el sentido, haciendo que dejen de significar lo que significaron, convirtiéndolos en otra cosa. E imagino lo que hubiera pasado con estas nuevas letras en lugar de las que mandé. Porque una frase, una palabra, es un arma cargada, como decía aquél, y una vez disparada no tiene marcha atrás. Eso es algo que todos deberíamos tener en cuenta siempre. Y es que después sólo queda la oportunidad de fantasear y retorcer los recuerdos hasta el infinito, convirtiendo el pasado en un presente enfermizo.


Escuchando: Street spirit (Fade out) - Radiohead

lunes, enero 12, 2009

Adicción

Acurrucada contra un muro, la cabeza entre las piernas. Llora, siempre llora, porque la pena le atenaza una vez desaparecido el orgasmo inicial. Sombras que se deslizan desde una cuchara calentada a duras penas por un mugriento mechero. Pequeñas burbujas metálicas que se derraman en su interior descontándole vidas, sonrisas, abrazos. Siempre el arrepentimiento, la conciencia de la caída, el saberse incapaz de no volver a precipitarse al vacío. Y la certidumbre de que en unas horas volverá a enloquecer, regresará la obsesión por saciar ese ansia compulsiva. Pero en esos pocos minutos de lucidez, sentada en cualquier acera, de cualquier barrio, aterida de frío, en los huesos, recuerda cuando nada era así. Los momentos en que aún no le había jodido la vida a nadie, cuando su madre todavía no se había consumido en lágrimas y búsquedas desesperadas por toda la ciudad. Cuando aún le daban miedo las jeringuillas.


Escuchando: Más de una vez - Iván Ferreiro
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