Escuchando: Sim sala bim - Fleet Foxes
jueves, diciembre 08, 2011
En esos días
Es precisamente en esos días libres, ociosos, en los que el
tiempo se escapa lentamente, como no queriendo ocurrir, en los que tendemos a
pensar que nada es como realmente planeábamos que fuera. Quizás no mejor ni
peor, pero sí diferente. Ni las calles ni el ambiente es el que esperábamos,
pero tampoco lo es la compañía, más aún si ésta es la soledad. Pasear de la
mano de ella, en días como esos, puede poner al límite del aguante a
cualquiera. Porque es en esos días, y no en otros, en los que uno conoce la
verdadera dimensión de su espacio en este mundo, y de la mano de ella el
espacio es tan grande que entran ganas de meterse en un cafetería llena de
gente para que ocupe esos lugares vacíos, que elimine ese vértigo creciente. Es
una solución temporal, claro, pero necesaria en días como esos. Y uno contempla
con toneladas de envidia en su interior como el espacio alrededor de los demás
es inexistente, mientras que evita mirar a los lados para no tener que volver a
asustarse de la ausencia que le acompaña. El otro día –y no fue un día de esos,
claro- un amigo me dijo que gente como yo éramos víctima de un síndrome
denominado horror vacui, cuyo nombre habían cogido los psicólogos prestado del
mundo del arte para explicar la naturaleza de dicho síndrome. Yo le dije que
no, que para que eso fuera cierto, al menos en mi caso, yo debería de ocupar todas la horas de mi vida intentando rellenar esos huecos que me rodean y me aíslan.
Y no es el caso. Pero, en fin, en días como esos, en días sin nada por delante ni por detrás, es cuando uno filosofea con lo que no debería y juega más de la
cuenta a la ruleta rusa con sus sentimientos.
miércoles, diciembre 07, 2011
Malditas calles
Apenas puedo
distinguir los límites de la ciudad, confundidos siempre entre esta bruma gris
y pesada, asfixiante. Tanto tiempo aquí y, sin embargo, tan perdido. En
búsqueda de algo que ni siquiera yo sé qué es. Una vez alguien -que ahora está
hundido en las profundidades de mi alcohol- me dijo que en esta ciudad no hay
calles sino laberintos. En esas calles donde hemos ganado y perdido amores,
donde hemos bebido cerveza como si no hubiera un mañana, en las que hemos
descubierto que los libros y las canciones siempre nos han mentido, ahora sólo
podemos dejarnos llevar y esperar pasar desapercibidos en sus esquinas. Camuflarse
es sin duda la mejor manera de hacerlo. Uno no desaparece ni está, se encuentra
en un limbo desde el que no hiere pero tampoco es herido. Quizás esa sea la única
manera de no salir nunca más del laberinto. Porque, al fin y al cabo, quién
quiere realmente hacerlo.
Escuchando: The death of you and me - Noel
Gallagher
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