martes, diciembre 02, 2008

Septiembre

Me enteré de que M había desaparecido justo en el momento en que la segunda torre se venía abajo. Quizás por ese motivo lo recuerdo todo con una tremenda claridad. Las sensaciones. La incredulidad. Llamó J cuando el presentador del telediario era incapaz de transformar en palabras lo que estaba sucediendo. Después de colgar, el plato de macarrones continuó ahí, sobre la mesa. En la pantalla, una y otra vez, puntos negros cayendo desde las alturas acristaladas, como si fuera un juego de consola. Hacía calor. Supe que ya no vería más a M. Corazonadas. El teléfono sonaba sin parar. Imaginé más de una vez que podía pasar. La falta de aire es el peor enemigo de las almas libres. Las cifras comenzaban a aumentar. Desconcierto. Ahora la isla era una nube de polvo en mis pupilas. A M siempre le gustaron los helados y las noches de otoño. Aquella tarde tuve claro que se había ido como llegó. En los canales, sólo muerte y rabia; en la calle, sol y niños jugando. R y S vinieron a casa, hicieron preguntas, bebieron vino, se marcharon. Yo no hice nada. M era como una de esas torres. Ninguno le volveríamos a ver. Probablemente conoceríamos a más gente, intentaríamos encontrarle en otros flequillos, en otros vaqueros, en otra pose de músico atormentado. Entonces, la imagen de aquel avión estrellándose contra el coloso hecho de espejos. Tan irreal. Y después, por fin, las lágrimas.


Escuchando: This modern love - Bloc Party

3 comentarios:

R. dijo...

Han pasado los años y sigo sin encontrar esa mirada en los ojos de los extraños.

Anónimo dijo...

Nunca es fácil asumir la pérdida, menos aun cuando la intuímos con tal crudeza y proximidad.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado

Sandrine dijo...

Qué buena imagen de Los amantes del círculo polar! Excelente película...

Saludos

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