jueves, diciembre 11, 2008

Desaparecidos

Ahora fuma un fortuna tras otro en el cómodo sillón de una residencia de primera, con todas sus necesidades cubiertas. Pasa las horas muertas, masticando un secreto ya duro como una piedra. Nunca lo hubiera imaginado, más aún después de cómo sucedieron las cosas. Pasar sus últimos momentos en libertad, lejos de las acusaciones y los insultos. Libre. Olvidado. Nunca tuvo duda de la importancia que su trabajo tenía, y lo llevó a cabo con entrega y dedicación. Nada de contemplaciones. En aquel trozo de terreno, en aquel caserón, lejos de la ciudad. Algunos le llamaban mano de hierro. No puede evitar que una sonrisa aún se dibuje en su rostro.

Por aquella precaria instalación pasaron personas de todas las edades. A todas se les dio el mismo trato. Hombres, mujeres. Primero la habitación. Eficaces métodos para desmoronar resistencias subversivas. Llantos, gritos, vómitos. Él sereno, amenazador, pitillo en mano, pie en tierra. Elementos inservibles y dañinos. Un muro frío, aislado, comido por las malas hierbas. Salpicado por miles de pequeños agujeros. Una ráfaga y fin de la historia. Después a la fosa. Una cerilla. Otra vez ese olor tan desagradable. Capaz de retar a la conciencia. La idea fue suya. Un cuerpo, un neumático. Perfecto.

En la sala, con un ventanal hacía el campo, más de treinta años después, se recrea una vez más en la idea de que la impunidad es el premio concedido a su impagable tarea. El tronco de la conciencia, tieso como antaño. Inasequible a los ataques y a los intentos de convertir todo aquello en un crimen. ¿Un crimen? Sólo hizo lo que debía. De vez en cuando, una pequeña luz de arrepentimiento: debió usar una forma más efectiva. Hacer desaparecer para siempre los huesos. “Sos un boludo”.


Escuchando: Human - The Killers

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el tronco de la conciencia...La actualidad informativa es lo qe tiene. Consigue que gente como tú escriba cosas tan buenas como esta.

El tronco de la conciencia...qué imagen, chaval.

Besos,

claudia

R. dijo...

Impunidad como premio...
Pasar las ultimas horas muertas como muerto estaba por dentro.

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