jueves, abril 24, 2008

Mesas

Una mesa de metal negro, al lado de un ventanal con vistas a la gran plaza llena de viejos con bastones de madera que acuchillan el tiempo como puñales oxidados. Ella los mira mientras da vueltas a la cucharilla que remueve el azúcar dentro de su negro café hasta que se disuelve por entero, pasando a convertirse en la misma cosa: un café dulce. Curiosa metáfora, piensa, mientras guarda de nuevo la foto en su cartera.

La mesa está fría, mármol blanco. El libro descansa sobre ella, robusto, sabio como pocos. Lo subraya distraídamente, al igual que el obrero coloca la masa sobre el ladrillo. Ocupando las hojas, integrales, variaciones, con y sin repetición. Fuera, el afilador toca su flautilla inconfundible. Se pregunta qué pasaría si saliera a que ese hombre roñoso le afilara el lápiz. Quizás con esa punta fuera capaz de derrotar de una vez por todas toda aquella maraña de números, de domesticarlos para convertirlos en poemas de amor o cartas sin remite.

Se ve igual aquí que allí. Es lo mismo. Igual material, igual forma, igual tamaño. Una mesa. No importa que ahora las paredes que la rodean sean de color salmón. Antes eran blancas y su aspecto era el mismo. Tampoco el aire es igual. Aquí pesa más, quizás sea por el mar, o simplemente por el mal humor. Nunca se sabe. Aquí nada es lo mismo y la nostalgia es capaz de nublar cualquier ambiente. Pero los muebles no saben de sentimientos. Si ellos pudieran hablar… Si esta mesa pudiera hacerlo.

Cuando Roads llena mi atmósfera me da igual que a través de esta podrida ventana se vean sólo tipos grises y coches de policía. Cuando Beth se lanza yo me contraigo sobre la mesa en un ovillo que no tiene nada que ver con este mundo. Ni con esta habitación. Ni con esta jodida y horrible ciudad, tan opresiva. Simplemente cuando ella canta, yo no estoy. Al menos aquí. Estoy con ella, bailando las dos en un café de aquel otro sitio. Al que me llevaste ese día y en el que, después de relatarme la teoría del caos, me hablaste de ella y me dijiste que me la ibas a presentar, aunque fuera a través de los altavoces. Sólo fue otra promesa más no cumplida. Ahora Beth es mi compañera, mi aliada. Se alistó en el ejército que formé para liquidarte, para anexionarme tu vida y dejarte fuera de cualquier cosa, para derrotarte sin concesiones. Ella me está ayudando a conseguirlo. Así que, tío, échate a temblar.


Escuchando: Krafty - New Order

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Un segundo párrafo brutal, veo que tienes el músculo literario en plena forma.

Saludos.

Miss.Burton dijo...

GUAUUUUUUUUUUUUUUUU, pues te veo sobrado para enfrentarte tu solito a lo que te nazca-lata-joda. Lo interesante es crear y dar forma, tu lo haces de puta madre, tío, y me gusta como cortas las historias, y luego en el final llega la consabida reflexión, así, en una frase y con un par.
Serías un buen abogado, créeme....
Un besazo fuerte, y cuídate, que tienes que seguir plantando frente, ah, y dime como se alista una en tu ejército, porque voy de cabeza y con armas de destrucción masiva... palabras....

Anónimo dijo...

Copiaré a Delirium... porque antes de leer su comentario es lo que yo te iba a escribir: Guauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
Sórdido, denso, muy bien.

Claudia

Anónimo dijo...

Para serte sincera, llegué hasta aquí por la curiosidad que me causó la sinceridad de tu comentario.

Ahora bien, me ha gustado lo que he encontrado, con tu permiso, volveré.
Un saludo Trapi, encantada del cruce de caminos.

rubita sexy dijo...

Hermoso texto. Evocador.

Anónimo dijo...

Que sigan ondeando las banderas, amigo.

Te sobra estilo.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.

Bambu dijo...

Qué buen texto, me uno a la opinión de Mauro, evocador...
Un saludo!

ardid dijo...

Interesante...intrigante...

Voy a seguir leyéndote :)

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