El horizonte va mudando de color. Sentado en ese banco, contemplando la
ciudad desde las alturas. La espina clavada. No sé hacerlo, se susurra a él
mismo. No sé hacerlo. El estallido de colores pone el decorado perfecto. Hay
sentimientos que se disfrazan de enfermedad crónica. Para estar siempre acechando.
No sé hacerlo, se repite, y tiene ganas de gritárselo a esa ciudad que se ha
vuelto tan turbia de repente. De gritar que no sabe cuál es la llave para
salir. Pero tiene claro que el grito sólo tendría unos oídos como objetivo. Que
es incapaz de referirse a nadie más. Y que ahí no iba a encontrar ninguna
respuesta. Así que se vuelve a sentir dentro de un laberinto, consciente de que
nunca encontrará esa salida que un día vislumbró pero que ya está tapiada para
siempre.
Escuchando: The greatest - Cat Power
No hay comentarios:
Publicar un comentario