Todos hablaban del desierto. Del desierto y de chicas. Estaba aquella rubia que tanto me gustaba y a la que no me atrevía a decir nada. La miraba, eso sí, pero nada más. Debió pensar que era idiota. Hace poco supe que está casada, tiene dos hijos y vive en el desierto, en una caravana de esas. Es curioso cómo funciona todo. Yo seguí mirando y mirando. Una vez lo conseguimos, fuimos al desierto. Sol, arena y cerveza. Una hora después estábamos de vuelta, quemados, mareados. Ya no volvimos a hablar del desierto. Aún hoy nos queda arena en las zapatillas.
Escuchando: Money - Pink Floyd
3 comentarios:
Debió sentirse halagada por lo menos!! :) Sol, arena y cerveza, buena combinación veraniega.
Me encantan estos escenarios que describes.
Saludos!
Publicar un comentario