miércoles, junio 03, 2009

Imágenes

Está deslucida. Quizás el tiempo. La ventana abierta enseña una noche oscura, sin luna. Muebles dispersos, sin orden aparente. Recuerdo de una noche en la que se escapó un tren, y no precisamente de una estación. Ve lo que no hay, siente lo que no se ve. Imagen que guarda tanto significado que querría romperla, pero el material no admite arrepentimientos. Sólo se va desluciendo, poco a poco, tomando un color amarillento. La vida atrapada en un simple trozo de papel satinado.

Debajo, su altura es onírica. Esa luz rojiza partiendo las nubes por la mitad. Gigante acristalado con pies de barro. Siempre quiere hablar, pero nadie le escucha. Ignorado por miles de personas que rozan sus pies y acarician sus entrañas. El rojo sigue luciendo, fantasmagórico entre la niebla a esas horas de la madrugada. Tan arriba. Quizás fue lo primero que vio al llegar. Maleta en mano; corazón en la boca. Tan pequeño bajo él. No ha crecido desde entonces, al contrario que los tipos deshilachados que quieren habitar en su interior. Nunca lo conseguirán, como él, que sigue conformándose con mantener el corazón en la boca bajo su sombra.

No deja de llover nunca. Siempre que se asoma es así. Gotas golpeando la barandilla metálica. Sonido hipnótico, persistente, desesperante. No ha dejado de hacerlo. Nunca. La esperanza mojada hasta el tuétano. Dispuesto a olvidar, se siente siempre entorpecido por ese goteo constante de recuerdos acuosos. Las nubes se burlan porque lo saben. A cada sonrisa, un trueno; a cada mueca, una tormenta. Las maldice una y otra vez mientras ve a la gente pasear en manga corta, con sus esperanzas secas.

El estanque cada vez más desierto. Agua negra rodeada por una valla mohosa. Un par de patos desnutridos flotan sobre la viscosidad. Pero allí acude él, tarde tras tarde, arrastrando los pies, con el poco pan que consigue guardar. Se lo arroja a los patos, aún sabiendo que ellos hace tiempo que han dejado de comer. Frente a él, un par de niños vestidos de soldados se carcajean de la escena. Sobre el único árbol, ningún pájaro. Con el bastón intenta agitar el fango, provocar a los patos. No hay respuesta. El mundo en una foto fija.

En la fotografía está ella, pero distinta, con luz. Ahora todo está apagado en esa casa. Sombras deslizándose de esquina a esquina, acechando. Ni las vistas se parecen: donde había hierba y niños, ahora barro y yonquis. Todas las fotos salen veladas. Coloca altares sobre la encimera de la cocina. Polaroids rodeadas de velas de color negro junto a libros de Baudelaire. Rezos agónicos entre volutas de humo tóxico. Incluso ha pensado en el vudú. Y todo por haber puesto el dedo frente al objetivo en el peor momento.

Publicado en Magazine Siglo XXI


Escuchando: Wrong - Depeche Mode

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, lo siento.

Anónimo dijo...

Estoy fuera el puente. Beso.

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