Todas las tardes suena la misma canción en el viejo tocadiscos que se muere día a día sobre la polvorienta estantería. Se me escapan las horas entre los dedos. Intentando detenerlas. Incapaz de disfrutarlas. Este olor; esta sensación. El miedo. Por primera vez. Tan real que duele. Todas las tardes. Por primera vez la pérdida, presente como la mayor enfermedad del adulto. El miedo a sufrir pérdida. Todas aquellas tardes. Duele. Rechazo al transcurrir. Pasito a pasito cada día hacia el sentimiento de desamparo. El otoño existe y esta luz cegadora desaparecerá entonces. Es extraño pensar que todo aquello ha quedado atrás. Ahora, tan lejano. Es tan breve ese tiempo, la luz que se nos permite. El instante apenas disfrutado. Imposible de atesorar. Imposible.
Escuchando: The cross that stole this heart away - Micah P. Hinson
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