jueves, octubre 24, 2013

Feliz olvido

La puerta trasera del taxi se abre. La lluvia salpica al chocar contra la carrocería. El día es oscuro. Pero él sale con las gafas de sol puestas, el gorro de lana bien ajustado, abrigo de paño negro. Nadie diría al verle que tiene el corazón roto. Camina el corto espacio entre el coche y la cafetería con las manos en los bolsillos, el andar distraído. Antes de entrar hace una parada junto a la puerta, como si necesitara coger aire. 

En el interior el ambiente es pegajoso, como si llevara sin ventilarse décadas. La luz tenue deja ver unas cuantas mesas bajas, con sus respectivas sillas, desordenadas por el espacio. Parece que hubieran sido lanzadas al azar. Todas están vacías salvo una. En ella un hombre lee un grueso libro con las piernas cruzadas. Corpulento, el pelo totalmente blanco, lleno de rizos que se entrelazan hacia el cuello. Se sienta frente a él y se quita las gafas de sol. Unas gruesas bolsas aparecen al pie de unos ojos rojos, irritados. El hombre mete la mano en el interior de la chaqueta, la vista fija en el visitante. Saca una pequeña bolsa de plástico, como un saquito, y lo deja sobre la mesa. Feliz olvido, dice con una voz ronca como un trueno que retumba en el local vacío. 

Lo recoge de la vieja mesa, se levanta, se pone las gafas de sol y camina hacia la puerta. Mismo andar distraído. Antes de salir vuelve a respirar hondo, echa hacia atrás los hombros y estira la espalda. Quién diría que tiene el corazón roto.



Escuchando: Sugar - Editors

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